La pregunta que
debe responderse es si la minería le
apunta a un desarrollo duradero y planificado, o si simplemente este será un
retroceso que se sentirá en un mediano o largo plazo.
Es indiscutible que
para Colombia la minería es a una de las fuentes más sobresalientes de
ingresos, pretendiendo que estos recursos rápidos y abundantes sean dirigidos a
temas como la mejora de la infraestructura, la cobertura de salud, educación
incluyente y de mejor calidad, entre
otros propósitos.
Lo que hoy no es
muy claro es el costo futuro para el medio ambiente y la sociedad. Actualmente
está sucediendo una multiplicidad de problemas sociales que se han convertido
en un polvorín para el Estado y para los inversionistas tanto nacionales como
extranjeros, donde las comunidades reclaman su inclusión en la toma de
decisiones que afectan su territorio y la viabilidad futura de sus comunidades
por las afectaciones de la actividad minera en los recursos naturales.
Por lo anterior el
desarrollo no puede seguir respondiendo a simples necesidades del ahora sin
medir consecuencia al futuro, hay una obligación de mirar integralmente las
consecuencias de la actividad minera, donde en materia ambiental es más costoso
a largo plazo subsanar las secuelas negativas sobre los recursos naturales que
las ganancias obtenidas para el Estado durante la vida útil de una mina.
Para medir los
costos ambientales no solo se debe medir los vertimientos en los ríos, la
producción de escombros, las emisiones generadas, sino además el tiempo que
deja de ser productiva las tierras, las consecuencias en la salud humana y del
ecosistema, la perdida en biodiversidad, entre muchas otras que no son
cuantificadas actualmente.
Seguramente al
hacer estos cálculos nuestros dirigentes entenderían que la apuesta de este
país tal y como están planteadas solo puede ser un sueño momentáneo, un deseo
pasional, donde las consecuencias negativas pueden ser más desastrosas que los
beneficios mediáticos.
El Estado debe
dejar pasar la humareda de dinero fácil y un desarrollo mediático sin
planeación verdadera, pensando donde se podría hacer minería y en ese análisis
concibiendo los costos que eso puede llegar a generar en materia social,
ambiental y económica a largo plazo; y no haciendo lo que se hace actualmente
solo interviniendo en medio de la coyuntura adecuando las normas para mostrar
resultados que la fin de cuenta se vuelven negligentes, ya que cada vez la
normatividad minera es más laxa a favor de las grandes explotaciones mineras
dejando arrinconada la protección ambiental que al fin de cuentas es la defensa
directa al mismo ser humano.
El desarrollo con
base a la minería se ha tergiversado dejando de lado la óptica de una
planeación estricta, donde la locomotora minera avanza a alta velocidad sin
maquinista, sin rieles y sin un destino claro, todos estos males juntos no
parecen ser suficientes para ponerle freno y entrar a concertar con todos los
implicados la necesidad de poner reglas claras para determinar cuál es el
desarrollo que se quiere y hasta donde se está dispuesto a ceder a favor de
este, para que las generación venideras no vean estas decisiones como acciones
involutivas que generen un mayor caos que el que hoy se pretende reparar.
Toda posible
actividad minera en Colombia debería empezar por responder cuánto es el valor
exacto para volver al estado inicial el territorio antes de iniciar un proyecto
minero y así entender el costo beneficio rea
Foto: Protesta en el Municipio de Jericó en
Antioquia #Colombia
Por: Briam Alexander Hernández Cano
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